El último bolero, novela de Hebe Prado

El último bolero nació para formar parte de una colección de relatos no muy decentes que quizás algún día termine de escribir. Pero la historia no se sintió a gusto con el corto recorrido y creció, creció, creció, hasta adquirir un volumen que no es mucho, pero que se acerca (y/o casi supera), las trescientas páginas (en caso de que alguna vez lleguen a verterse al papel).

Es una historia nacida junto al mar. Se terminó junto al mar. Y a mar respiran más de unas cuantas de sus páginas. Es un cuento, una fábula, un juego de palabras sobre los deseos, las emociones, las necesidades, las carencias y las ilusiones de dos mujeres, Marisa y Gwiny. El amor, el hombre, sus dudas, dibujan el marco que encierra (y cierra) su diálogo sobre lo que realmente les importa. Y de alguna manera, el protagonista masculino, Frank, es su creación, es una creación de ambas. Para Marisa, una mujer que ha resuelto su vida a través de un buen contrato matrimonial y que entiende el sexo como satisfacción, Frank es un producto. Para Gwiny, una chica profesional, independiente, que arrastra el fracaso ancestral de las mujeres maltratadas física o psíquicamente, y que orientan sus esperanzas hacia la relación con el hombre —por lo que muchas veces vuelven a fracasar—, Frank es lo extraordinario. Los demás personajes son comparsas, casi estereotipos, que ayudan a dar sentido a un Frank de contornos rápidos e inconsistentes al principio —como los trazos del dibujo de un cómic—, pero que alcanzará su categoría de hombre a través del amor y la lealtad (que no la fidelidad, no, no es lo mismo).

El libro es —o pretende ser— un punto de vista diferente sobre la amistad, el sexo, el amor, el trabajo, la violencia que nos envuelve y los límites que separan y marginan. Porque habitualmente, si se traspasan ciertos límites, entre frontera y frontera no suele quedar espacio libre (y el que queda es el no espacio, la no existencia, la geopolítica actual nos lo muestra y lo demuestra). Además, los sistemas que sustentan dichos límites, no suelen olvidar ni perdonar a quien se atreve a traspasarlos.

Los dos personajes femeninos principales son amigas, por tanto, El último bolero incorpora palabras, voces, gestos de mis amigas. De mí, lleva alguna cosa más que la trama (cómo evitarlo). Y de estos difíciles años de principios de siglo en los que se sitúa —difíciles por razones personales y por este entorno que nos envuelve, nos marca, nos machaca, nos hunde, nos casi borra y si no lo consigue del todo es gracias a que la mano de los más próximos nos levanta, nos empuja, nos sostiene, nos impulsa—, ha ido bebiendo y engordando hasta crear un contexto que se acerca demasiado sospechosamente a la realidad (para una novela con vocación de ficción y nada más que de ficción).

Cuando empecé a escribir El último bolero, facebook no existía. Ni twitter. Ni el iPhone. Ni el iPad, ni la tablet o el kindle. Y ni hablar de wifi o de WhatsApp (mi módem emitía y recibía a 56 kbps cuando se sentía muy inspirado). Myspace y Blogger sí que existían, pero eran algo lejano para mí. YouTube apareció por el camino, pero yo no tenía adsl, y Google era solo un buscador más. Sí, a contra marcha de la dirección de este planeta que avanza en aceleración enloquecida, la escritura de El último bolero fue, en sí misma, una historia larga, larguísima, que compartió las glorias y avatares de la primera década del siglo XXI. La moda, las tendencias, los excesos, las marcas, lo vintage… las grandes crisis, las guerras, lo que nadie podía creer que pasaría, los «éxitos» de la globalización, las burbujas, el abismo de la pobreza…

Empezó a escribirse en febrero de 2001 y lo di por terminado en agosto de 2008. En 2009 me lancé a abrirme paso por internet «adivinando» el funcionamiento de WordPress, con tal de crear un espacio para la presentación y difusión de El último bolero. Así nació cafecuento.com, como uno de esos hijos genéticamente diseñados a fin de salvar la vida de su hermano que, previsiblemente, no encontraría (ni ha encontrado aún) editor que le diera sus alas de papel. Pero como la autora programa y las palabras deciden, cafecuento fue creciendo por su cuenta sin cumplir (todavía) su papel de salvador fraternal, aunque ganando en personalidad, vida y lectores propios.

A principios de 2012 leí un artículo sobre los éxitos de la autoedición a través del kindle de amazon —que había llegado a España en diciembre de 2011—, y decidí dejar de esperar y darle una oportunidad a El último bolero, lo cual se tradujo en un largo año de correcciones, reescritura, creación de un libro de notas (pensé que era una buena idea para un ebook, aunque no todos están de acuerdo, habrá que reconsiderarla en una próxima edición) y la propia elaboración del ebook. Como no nativa digital, soy una usuaria más o menos autodidacta y no siempre muy autosuficiente, ya que todo lo que aprendí sobre bits me tocó aprenderlo sola, porque pagar se escapaba del presupuesto y la sombra de la crisis (la del sector editorial, la del estado corrupto, la de la economía de burbujas y casinos, la mía personal…), se extendía cada vez más larga, profunda, fría y oscura, por lo que este ebook se tomó un tiempo detenido hasta concluirse. Mucho tiempo, una barbaridad de tiempo.

Pero el 3 de marzo de 2013, El ultimo bolero se puso a la venta en amazon. Dos semanas después, amazon lo retiraba porque un cliente se quejó de un fallo y tuve que hacer una nueva versión del ebook. En esta ocasión fui más rápida (solo tres semanas) y una vez terminado el nuevo ebook, lo subí, comprobé que todo funcionaba a la perfección y cuando me estaba preparando para empezar el sitio de El último bolero, cafecuento.com fue incluido en un ataque global a instalaciones de WordPress. Me dediqué entonces a rehacer la web cafecuento con una nueva instalación. Y entonces se abrió un interludio vital, cambié el mar por la ciudad, volví a trabajar en comunicación, reinicié la vida.

Por tanto, El último bolero quedó abandonado. Lo retiré de amazon. Seré una romántica, suicida, inconsciente o kamikaze (anti-marketing, seguro), pero a mediados de 2013 amazon me informó que yo, que soy menos que un punto y coma en este neofeudalismo global, tenía que hacer, a partir de enero de 2014, mi declaración fiscal anual al IRC de Estados Unidos. Sí, ese, el mismo organismo que detuvo a Al Capone por evasión de impuestos. O sea, amazon se las arregla para pagar el mínimo de impuestos en España —como otros gigantes de internet— y en otros países de Europa, pero yo, tengo que hacer mi declaración fiscal en los EE. UU. Y me negué. Y al negarme, tuve que retirar de la venta El último bolero.

¿Qué pasará ahora?

Hay varios caminos. Venderlo directamente desde el próximo sitio El último bolero.net, subirlo a otras plataformas, autoeditarlo en papel, hacer impresión bajo demanda (es decir, que los lectores soliciten el libro impreso antes de imprimirlo), crowdfunding

Los próximos meses, traerán la respuesta. Mientras tanto, si a alguien se le ocurre alguna idea, bienvenida sea, la escucho.

Gracias por leer.

© Hebe Prado, 2014